sábado, agosto 29, 2009

Vendetta

El antifaz de la venganza

El Diccionario de la Real Academia Española define venganza como "la satisfacción que se toma del agravio recibido". La venganza implica, según esta definición, una relación bilateral entre el autor de un agravio y aquel que, habiéndolo recibido, agravia a su vez al agresor convirtiéndolo en agredido, para igualar los tantos.

La relación entre los seres humanos siempre incluye una "cuenta" que, como toda cuenta, contiene una columna del "debe" y otra del "haber". Cuando alguien ofende a otro, contrae con él una deuda que éste pretende cobrar inscribiendo su propio "débito" en un sentido contrario, para que las columnas del "debe" y el "haber" queden nuevamente balanceadas.

En un mundo ideal, si el ofendido contrajera el mismo débito que figuraba en la columna del ofensor, reinaría entre ambos una situación de justicia, definida a su vez por el diccionario como "aquello que debe hacerse según la razón". Pero ocurre con frecuencia que el vengador, al replicar la ofensa recibida, no se comporta como un ser racional que mide objetivamente la ofensa recibida sino como un vengativo que busca una compensación excesiva por el mal recibido.

El agravio que devuelve el "vengativo" a su agresor es mayor que el que recibió de él con lo cual, en vez de igualar las cuentas, las desiguala otra vez. En tal caso las cuentas vuelven a desbalancearse, otorgándole al agresor original un nuevo crédito que éste, si también es vengativo, devuelve a su vez con creces a su ofendido-ofensor. De ahí en más la relación bilateral entre ambos, desequilibrándose reiteradamente, se convierte en un cuento de nunca acabar.

Hay sólo dos maneras de interrumpir esta secuencia "en serrucho" de las venganzas interminables. Una es que alguno de los ofendidos, recurriendo al consejo de todas las grandes religiones, perdone a su ofensor "poniendo la otra mejilla" e induciéndolo así a tomar la misma actitud de superación moral.

La otra manera de cortar la creciente violencia entre el ofendido y el ofensor, es que se interponga entre ambos un árbitro, un tercero imparcial. Es entonces cuando la relación bilateral de la venganza se convierte en una relación trilateral, cuando la justicia reemplaza a la venganza y la paz resulta posible. Por eso, Adam Smith definió la justicia como "la venganza, sólo en la medida en que es aceptable para un tercero imparcial".

Venganza diferida

Dos notas adicionales caracterizan a la venganza de los vengativos. Una, que entre la ofensa original y la respuesta agresiva medie un tiempo en cuyo transcurso madure el resentimiento. Si el ofensor y el ofendido se agredieran simultáneamente, en efecto, también se agotaría el furor de su combate. Así pasó, por ejemplo, con la reconciliación entre los franceses y los alemanes no bien terminada la Segunda Guerra Mundial. Pero si el agredido no puede responder en el acto a la agresión de la que es objeto, es entonces cuando, desde el recuerdo insoportable de su cruel derrota, se multiplican y se extreman las imágenes que, alimentadas en el curso de una larga memoria, desembocarán finalmente en la temida venganza. Porque el resentimiento, como anotó en su magistral estudio Max Scheler, es en el fondo una venganza diferida.

La segunda nota adicional que habría que registrar aquí es que, cuando la venganza al fin estalla después de un largo tiempo de acumulación, es elaborada por los ofendidos bajo la apariencia de un reclamo de justicia . Este reclamo al que alimentó un largo resentimiento, ¿sería aceptado por un tercero imparcial?

Si lo que ahora se desarrolla ante nuestros ojos no es la acción de una justicia capaz de superar los odios sino una venganza que apenas se disfraza con el antifaz de la justicia, también habría que temer que aquellos a quienes hoy se persigue estén madurando lentamente su propia venganza